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El Ataque de los Hombres Purpura

Publicado: 2010-10-25

Cuando me llevaban a la iglesia de mocoso, sobre todo a las Nazarenas de la Avenida Tacna, me entraba un pánico y un miedo del carajo. Era exactamente la misma escena de La Profecía, pero con el niño Lumix en vez del niño Damián.

Me cogía de la pierna de mi mamá, llorando como huerfanito, pidiedole que me saque de la multitud de hombres purpura que me golpeaban y empujaban, cual concierto de Metallica. Sé que ella pensaba (aunque no lo dijese jamás en voz alta): Ay carajo, me toco el diablo. Nada que ver. No soy el diablo. Seré Hellboy,como mucho.

En Octubre, incluso todavía, voy a las Nazarenas llevado con una pistola apuntando a mi nuca, puesta por mis tia Carmen que no acepta un NO como respuesta. Y realmente no me gusta ir, jamás me ha gustado. No soporto las multitudes de gente morada (que me recuerda al Fantasma) empujándome. Apretandome. Asfixiandome.

No me gusta el camino hacia las Nazarenas. El camino en el taxi va cambiando desde mi conocida y amada Magdalena a una tierra perdida. A veces siento que esas calles son feas porque si, porque su mal aspecto es natural y casi una orden divina. Mi mamá dice que caminar esas calles antes era lindo y tranquilo. No me consta, hoy solo puedo apretujar las manos contra mis bolsillos y rogar (al Cristo Moreno) que no me roben.

No me gusta llegar a la iglesia y toparme con ese mar de hombres purpura pululando en un edificio que dice tener espacio solo para unas 300 personas, cuando dentro hay más que en el concierto de Bon Jovi y los Jonas Brothers. Ese letrerito es una burla, una parodia al numero real y a la gente que a simple vista puede contar.

Veo niños de pecho que no saben que coño hacen entre tanta gente. Veo hombres y mujeres (muchos de ellos mayores) que literalmente se derriten de miedo y piden perdón a sabiendas de todas las perradas que han hecho, pero hoy les tiembla las rodillas ante la idea de parar en la Granja del Viejo Satán. Y veo gente que pide boludeces, y gente que pide realmente milagros. Porque, eso si, creo en las propiedades del Cristo Moreno. Al igual como que a mi modo creo en Dios, a pesar de los rumores de mi ateísmo (o según las malas lenguas, mi pertenencia a una secta de brujos que bailan calatos en los parques).

No me gusta tampoco salir de la iglesia y toparme afuera con otra multitud de hombres purpuras, mezclados con fotógrafos (¡Si! ¡Joder! ¡Fotógrafos!) y vendedores de estampitas benditas. Jesús ha de bajar y sacarlos a patadas (como si fuese Chuck Norris) como lo hizo ya una vez. Tengo mucha fe en que se repita eso.

No me gusta ni un poquito lo jodido que es salir entre el mar de gente y encontrar todavía mas vendedores. Caminar por las estrechas calles, rozando autos y otros hombres purpuras, porque si algo sobra en estas épocas son hombres purpuras. Hay hombres purpuras por allí, por allá, debajo de la alfombra y atrás de los kioscos. Escondidos en las latas de conservas y en las botellas de Coca Cola, hay siempre un hombre purpura.

Lo que si me gusta es el turrón. El que te ofrecen y el que te compran por kilos. Mejor aun es la calle llena de morenas anticucheras, que menean el cuerpo y agitan abanicos para prender el carbón. Te dicen de todo para que elijas a una, generalmente mentiras sobre un físico atractivo que no tienes. Uno termina cediendo con una y es raro arrepentirse de la elección.

Por esto y muchas cosas más. Oh Señor de los Milagros, espero sepas entender que si bien no me gusta visitarte, te pido un milagro: dejame ser yo mismo. Aunque muchos no lo entiendan, a mi eso me basta. La paz mundial y el rollo hippie tambien me lo podrías dar, si no te es mucha molestia. ¿Puedes no?


Escrito por

lumixxx

Comunicador. Blogger. ¿Escritor? PseudoGeek Cinefilo y futuro director. Quizas periodistas. Quizas vendendor de salchipapas. Casi lo mismo.


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